¿De qué se trata?

Se trata de crear un cambio significativo y medible en el comportamiento del cliente: una consecuencia. Esto en contraposición a crear funcionalidades.

¿Por qué?

Al gestionar los resultados (y el progreso hacia ellos), obtenemos información sobre la eficacia de las funcionalidades que estamos desarrollando. Si una característica no está funcionando bien, podemos tomar una decisión objetiva sobre si debe mantenerse, modificarse o reemplazarse.